Después de tanto tiempo sin escribir no podía dejar pasar la oportunidad de dedicar unas líneas al tema de la amistad.

Todo ello, claro está, a raíz de haber coincidido hace apenas unas horas con uno de mis grandes amigos desde hace ya más de 10 años, después de una clara demostración de que me conoce como si me hubiera parido el mismo. Ahí volví a darme cuenta de lo bonita que es la amistad de verdad, aquella que, por mucho que pasen los años dura y perdura. Como decía mi abuela, eso es como montar en bici, nunca se olvida. Y cuanta razón tiene, una buena amistad dura toda una vida.

Un amigo es una persona con la que te sientes cómoda en todo momento, te sientes comprendido y a veces sobran las palabras para entender esos profundos lazos que estrechan una relación entre dos personas. Esa palabra siempre me recuerda a mi abuelo Rafa con sus hermanos, Manolo, Carlos y Eduardo especialmente; pasaban largos ratos sentados alrededor de una mesa, durante los cuales lo único que hacían era mirarse el uno al otro, sin dirigirse la palabra, pero ellos se entendían perfectamente, no hacía falta nada más para percatarse de que ahí existía algo mucho más que un vínculo fraternal. Eran amigos.

Un amigo jamás te va a desear algo que no desee para el mismo, por eso nunca te engañará y te dirá siempre las cosas tal cual las vea sin importarle lo más mínimo si te molestará o no, velará ante todo por tu bien por encima de otra cosa y te hará mil aspavientos para que no tomes ninguna decisión equivocada mientras pueda depender algo de él esa decisión. Tener un buen amigo es como vivir con un guardaespaldas, sabes que salvo hecatombe (causada por uno mismo en el 99% de las ocasiones) estás a buen recaudo, quien tiene un amigo tiene un tesoro.

La amistad se construye, no aparece de la noche a la mañana como el que se encuentra con un billete de 100 euros en medio de un camino, como mi hermano Nandi, después de haber pasado Rafa y yo anteriormente (pendejo). La amistad requiere tiempo y esfuerzo, en muchas ocasiones hacer cosas que no te apetecen demasiado, incluso a veces pasar malos ratos. Vamos, como tener una segunda novia más o menos, pero sabes que merecerá la pena conservar como compañero de viaje en esta vida pues te dará muchas alegrías.

Existe cierta visión equivocada sobre la amistad. A veces pensamos que ser amigo de alguien te obliga en cierto modo a complacer las expectativas de otros, prestarles dinero, permitir que invada tu vida privada o que te roben el tiempo que tu pensabas dedicar a otras cosas o personas. Pensamos a veces que nuestros amigos son aquellos con los que compartimos grupo desde que estamos en el colegio y con los que dormimos la mona después de una borrachera, con los que jugamos al fútbol o los que trabajan en nuestra oficina por el hecho de estar ahí.

Cuantas veces nos empecinamos en ver amistades de donde no las hay. No es lo mismo un amiguete que un amigo; los amigos siempre están ahí, el amiguete NO. El amiguete es esa persona que se entera de que estás pasando una enfermedad porque te ha dejado tu novia y te escribe un whatsapp para darte ánimos; el amigo se preocupa, te coge para que le cuentes tus penas y miserias y te escucha. El amiguete te pide que le invites a una copa un día porque se ha quedado sin pelas y al día siguiente no se acuerda de que te debe; el amigo al día siguiente te invita a dos.

La amistad es aquella que da sin esperar nada a cambio, aquella que supone que si yo invito a una caña se que el haría lo mismo por mí. El amigo es como tener otr@ novi@ pero sin llegar a compartir lecho. No queramos tener mil amigos, tengamos pocos pero buenos.

Se que tú harías lo mismo por mí, por eso eres mi amigo.